jueves, 28 de abril de 2011

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: La Acrópolis de Atenas



NHG 89, PÁG 52
Los atenienses siempre consideraron la Acrópolis un lugar sagrado. Allí levantaron una serie de hermosos templos que culminaron con las grandes construcciones de Pericles, en el siglo V a.C.

Los atenienses siempre consideraron la colina de la Acrópolis como un lugar sagrado. Habitada desde época micénica, en ella se erigieron templos cada vez más majestuosos, que culminaron con las grandes construcciones promovidas por Pericles en el siglo V a.C. La Acrópolis de Atenas se localiza en el suroeste de la llamada región Ática y está circundada por el Licabeto y otros cerros de menor altura. Con sus 300 metros de largo por 150 de ancho, constituye una escarpada fortificación que cuenta con sus propias defensas naturales ante cualquier invasor. 
El primer rey propiamente dicho del Ática fue Cécrope (1654-1604 a.C.), y de hecho la Acrópolis recibió el nombre de Cecropia, y sus habitantes, el de cécropes. La tradición también le atribuye haber instituido el tribunal del Aerópago y la promulgación de algunas leyes. A su muerte se sucedieron en Atenas 17 reyes durante 560 años, comenzando por el rey Cránao, en cuyos días tuvo lugar el diluvio enviado por Zeus, del que sólo se salvaron un hombre y una mujer: Decaulión y Pirra. La Acrópolis debió de conocer una cierta prosperidad desde época micénica (1400-1200 a.C.), y sus primeras construcciones se asemejan a las de otros recintos amurallados como Micenas y Tirinto. Los atenienses llamaron a esta primera fortificación «muro pelásgico», en la idea de que sus constructores habían sido los pelasgos, unos antiquísimos habitantes del Ática. Algo más tarde, allá por el siglo X a.C., este muro fue ampliado por el lado occidental a fin de proteger el abastecimiento de agua potable de la fuente Clepsidra, así como algunos templos vecinos.
Más tarde, cuando hacia 1100 a.C. se produjo la llamada invasión de los pueblos dorios sobre Grecia, Atenas y el Ática quedaron relativamente al margen de dichas incursiones, lo que les permitió conocer un período de cierto esplendor, como parecen atestiguar la rica cerámica y los numerosos objetos funerarios hallados en el cementerio del Cerámico. También es tradición que en algún momento en torno al siglo X a.C., las diversas villas y aldeas de este enclave terminaron reagrupándose en una entidad cívica de rango superior, sometidas por consenso a la hegemonía de una de ellas, Atenas.
Hasta aquí, nuestras fuentes de información sobre la antigua acrópolis de Atenas han sido bien de naturaleza mítico-literaria, bien arqueológica. Durante la edad arcaica, entre los siglos VII y VI a.C., tomó impulso la construcción de templos, santuarios y otros edificios civiles sobre la Acrópolis. Aunque es de lamentar que ninguno de éstos se ha conservado hasta nuestros días, las fuentes literarias nos hablan de estas construcciones. En la Atenas de época arcaica, el poder se encontraba en manos de un puñado de grandes familias nobiliarias -los Alcmeónidas, los Medónticas, los Filaidas-, cuyas propiedades se extendían por el Ática. Pero la Acrópolis seguía siendo el centro simbólico de la comunidad.
A mediados del siglo VI a.C. el aspirante a tirano, Pisístrato, quiso demostrar su poder emprendiendo varias obras en la Acrópolis. En los años 570-560 a.C. comenzaron por su iniciativa las obras de un nuevo santuario para la diosa Atenea: el Hecatompedón -«cien pies», unos 33 metros, en alusión a su longitud-, sobre el espacio que luego ocuparía el Partenón.
La vida de este templo iba a ser efímera, pues cuando los persas invadieron Atenas en 480 a.C., durante la segunda guerra médica, quedó reducido a la nada. Reconstruido poco después de que concluyera la contienda, fue devorado definitivamente por un incendio en el año 406 a.C. El establecimiento de la democracia en Atenas también se reflejó en la Acrópolis. Tras la expulsión en 510 a.C. del último tirano, Hipias, se instauró la democracia, régimen bajo el que los atenienses derrotaron a los persas en dos ocasiones. Pericles, que dirigió los destinos de Atenas entre 458 y 429 a.C., fue quien abordó el proyecto de construcción de la mayor parte de los grandes y soberbios templos que aún puede contemplar el visitantemoderno.

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