Foto de vídeo: Tres de los cascos de legionarios hallados.
Vía:Ultimora noticie | 21 de octubre de 2011 (Traducción: G.C.C. para Terrae Antiqvae)
Una expedición italiana ha recuperado los cascos de los legionarios y rostra (proas) de los barcos romanos de guerra, restos de la batalla naval de las islas Egadas, la cual tuvo lugar en la costa de Trapani, en 241 a. C., en la que los romanos derrotaron a los cartagineses, concluyendo victoriosamente la Primera Guerra Púnica.
En las últimas semanas, en una investigación coordinada por la Superintendencia del Mar de de la Región de Sicilia, dos submarinistas, Gian Michele Iaria y Stefano Ruia, han recuperado algunos cascos de los legionarios romanos: "Habíamos visto dos que sobresalían, y luego, en un área de sólo 200 metros cuadrados, a 75 metros de profundidad, había otros 10 cascos más", dijo Ruia.
"Se sabía que eran romanos por su característica punta de 'piña'. No muy lejos -añade Ruia- encontramos una 'rostra' romano, probablemente de la nave sobre la cual se habían embarcado los soldados que llevaban los cascos".
La investigación submarina comenzó en 2006, con la decisiva contribución de la Fundación Náutica RPM, una institución de EE.UU que puso a disposición la nave Hércules, dotada con la más moderna instrumentación para la búsqueda submarina.
Hasta ahora, la investigación ha llevado al descubrimiento de seis rostra de barcos hundidos. Dos son cartaginesas, mientras que cuatro son romanas y llevan inscripciones en latín que certifican su procedencia.
La batalla de Egadi significó un punto de inflexión: Roma pasó de ser una pequeña potencia regional a convertirse en una potencia mundial.
Esta batalla naval, la más grande en la memoria del hombre por el gran número de participantes, unos 200.000, tuvo lugar la mañana del 10 de marzo del año 241 a. C., y demostró cómo, para vencer a los cartagineses, los romanos fueron capaces en pocos años de revolucionar el modelo clásico de las naves de guerra, al seleccionar la construcción de naves quinquerremes (con 5 filas de remeros), mucho más veloces que la de los cartagineses, y equiparlas de innovadoras rostra de perforación y de corvi", pasarelas a través de las cuales se realizaba el abordaje: la técnica de batalla preferida por los soldados romanos, acostumbrados a luchar en tierra.
En las últimas semanas, en una investigación coordinada por la Superintendencia del Mar de de la Región de Sicilia, dos submarinistas, Gian Michele Iaria y Stefano Ruia, han recuperado algunos cascos de los legionarios romanos: "Habíamos visto dos que sobresalían, y luego, en un área de sólo 200 metros cuadrados, a 75 metros de profundidad, había otros 10 cascos más", dijo Ruia.
"Se sabía que eran romanos por su característica punta de 'piña'. No muy lejos -añade Ruia- encontramos una 'rostra' romano, probablemente de la nave sobre la cual se habían embarcado los soldados que llevaban los cascos".
La investigación submarina comenzó en 2006, con la decisiva contribución de la Fundación Náutica RPM, una institución de EE.UU que puso a disposición la nave Hércules, dotada con la más moderna instrumentación para la búsqueda submarina.
Hasta ahora, la investigación ha llevado al descubrimiento de seis rostra de barcos hundidos. Dos son cartaginesas, mientras que cuatro son romanas y llevan inscripciones en latín que certifican su procedencia.
La batalla de Egadi significó un punto de inflexión: Roma pasó de ser una pequeña potencia regional a convertirse en una potencia mundial.
Esta batalla naval, la más grande en la memoria del hombre por el gran número de participantes, unos 200.000, tuvo lugar la mañana del 10 de marzo del año 241 a. C., y demostró cómo, para vencer a los cartagineses, los romanos fueron capaces en pocos años de revolucionar el modelo clásico de las naves de guerra, al seleccionar la construcción de naves quinquerremes (con 5 filas de remeros), mucho más veloces que la de los cartagineses, y equiparlas de innovadoras rostra de perforación y de corvi", pasarelas a través de las cuales se realizaba el abordaje: la técnica de batalla preferida por los soldados romanos, acostumbrados a luchar en tierra.
En la misma noticia que proporciona Focus.it entresacamos los siguientes párrafos:
"Nuestra investigación tuvo su origen varios años atrás, cuando un buzo, que murió recientemente, Vicente Paladino, me contó que había descubierto alrededor de 300 anclajes alineados a lo largo del fondo de la costa este de la isla de Levanzo", dijo Tusa. "Hemos consultado los escritos del historiador griego Polibio, el cual, a una distancia de unos 70 años del episodio bélico, había reconstruido la batalla en su Historia: en ella cuenta cómo los romanos, dirigidos por el cónsul Cayo Lutacio Cátulo, atacaron por sorpresa a los cartagineses. Les habían tendido una emboscada resguardándose detrás de un promontorio de la isla de Levanzo, y en su prisa por ir al ataque habían cortado la parte superior de los anclajes, precisamente las que había encontrado Vicenzo Paladino".
Las fuentes históricas refieren que la flota cartaginesa constaba de 700 barcos, y operaba principalmente para suministrar y aumentar las tropas terrestres estacionadas en el Monte Erice, Sicilia, al mando de Amílcar Barca. "La Primera Guerra Púnica", continúa Tusa, "como la Primera Guerra Mundial, se venía arrastrando durante años con enfrentamientos terrestres posicionales entre las colinas de Trapani y Palermo, donde se avanzaba sólo unos pocos kilómetros. Los cartagineses armaron luego una gran flota bajo el mando del general Hannon y llevar así otros refuerzos y poner fin a este estado de cosas". Los romanos, sin embargo, después de la derrota de Túnez, y naufragios desafortunados como el de Camarina (255 a. C.), gracias a una suscripción de su ciudadanía armaron unos 200 quinquerremes veloces.
Foto: Una vista de una de las islas Egadas.
El comandante cartaginés Hannon hizo una escala durante unos días en Marettimo (la antigua Hiera), en las Egadas: en la madrugada del 10 de marzo del 241, viendo que el viento era favorable (viento del oeste) navegó hacia un punto de la costa de Sicilia. Pero los romanos, bien informados, hicieron llegar del puerto de Marsala (la antigua Lilibeo) y de Favignana 350 naves.
Los romanos se colocaron al acecho detrás de la punta de Capogrosso, extremo norte de la isla de Levanzo. Los cartagineses los vieron cuando ya su flota, en inferioridad numérica, pero mejor armada, enfilaba en su contra, creando un gran desorden. El ataque fue mortal: algunos barcos romanos rompieron con su rostra los costados de las naves cartaginesas hundiéndolas. Otros buques se acercaron a las naves enemigas rompiendo todos los remos de un lado haciéndolas ingobernables, mientras la infantería romana las asaltaban con las pasarelas. Las catapultas lanzaban, como cócteles Molotov, ánforas incendiarias.
"El resto de la flota de los cartagineses desplegó de nuevo sus velas y se retiró al amparo del viento, que, por fortuna, había cambiado de forma inesperada en ese momento de necesidad", dice Polibio. Más de 2 mil años después, los investigadores encontraron 200 ánforas en los fondos marinos. Son de factura greco-itálica, muy usadas entre los cartagineses, los cuales las habían arrojado tal vez de uno de los barcos que huía para aligerar su peso. Fracasada la expedición cartaginesa, el comandante Barca, privado de suministros, entregó a los romanos el dominio de Sicilia. El almirante cartaginés perdedor, Hannon, retornó a Cartago con la cabeza inclinada por la derrota. En cambio, el cónsul Cayo Lutacio Cátulo regresó a Roma donde recibió todos los honores. Merced a ello, construyó, en memoria del triunfo, un templo dedicado a Juturna, cuyos restos todavía se pueden ver en Roma, en Largo Argentina, frente al Teatro Valle.
Los romanos se colocaron al acecho detrás de la punta de Capogrosso, extremo norte de la isla de Levanzo. Los cartagineses los vieron cuando ya su flota, en inferioridad numérica, pero mejor armada, enfilaba en su contra, creando un gran desorden. El ataque fue mortal: algunos barcos romanos rompieron con su rostra los costados de las naves cartaginesas hundiéndolas. Otros buques se acercaron a las naves enemigas rompiendo todos los remos de un lado haciéndolas ingobernables, mientras la infantería romana las asaltaban con las pasarelas. Las catapultas lanzaban, como cócteles Molotov, ánforas incendiarias.
"El resto de la flota de los cartagineses desplegó de nuevo sus velas y se retiró al amparo del viento, que, por fortuna, había cambiado de forma inesperada en ese momento de necesidad", dice Polibio. Más de 2 mil años después, los investigadores encontraron 200 ánforas en los fondos marinos. Son de factura greco-itálica, muy usadas entre los cartagineses, los cuales las habían arrojado tal vez de uno de los barcos que huía para aligerar su peso. Fracasada la expedición cartaginesa, el comandante Barca, privado de suministros, entregó a los romanos el dominio de Sicilia. El almirante cartaginés perdedor, Hannon, retornó a Cartago con la cabeza inclinada por la derrota. En cambio, el cónsul Cayo Lutacio Cátulo regresó a Roma donde recibió todos los honores. Merced a ello, construyó, en memoria del triunfo, un templo dedicado a Juturna, cuyos restos todavía se pueden ver en Roma, en Largo Argentina, frente al Teatro Valle.
El "templo" Area Sacra de Largo Argentina, en Roma , que data del siglo III a. C. Se supone que se corresponde con el templo de Juturna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario