sábado, 3 de mayo de 2014

Canarias fue poblada por tribus rebeldes deportadas por Roma.


A inicios de nuestra Era Roma deportó a miles de personas, miembros de tribus norteafricanas insurrectas, como medida ejemplar, punitiva, para desarraigarlas y colonizar nuevos territorios. El arqueólogo José Juan Jiménez (izquierda) sostiene que las islas Canarias se poblaron así en el Mundo Antiguo.
José Juan Jiménez, que es el conservador del Museo Arqueológico de Tenerife, expone su investigación en el libro "La tribu de los Canarii. Arqueología, Antigüedad y Renacimiento"publicado por Le Canarien Ediciones, para el que ha utilizado gran número de datos sobre África del Norte y el archipiélago.
Este ensayo científico abarca fuentes escritas grecorromanas, hallazgos arqueológicos, información geográfica, paleoambiental, etnohistórica y etnología tribal, en «una visión actualizada de un ámbito continental y archipielágico dinámico», señala el arqueólogo.
Los Canarii son un grupo étnico norteafricano que, en este libro, el autor sitúa en dos momentos y lugares para mostrar su evolución y adaptación como sociedad históricamente documentada.
José Juan Jiménez ha profundizado en la deportación de colectivos tribales durante la Antigüedad, grupos humanos desconocedores de la navegación que debieron ser trasladados a las islas desde el vecino continente a comienzos de nuestra Era.
Detalla que en el siglo I los indígenas norteafricanos que no aceptaban la paz con Roma se trasladaron a las montañas y comenzaron las hostilidades contra el Imperio.
Para mitigar esta segunda insurrección el emperador Claudio envió a Suetonio Paulino, el primer jefe romano en traspasar la cordillera del Atlas y describir los parajes donde alcanzó a los miembros de la tribu de los Canarii.
El experto añade que en época romana las tribus irredentas sometidas eran deportadas a otros enclaves situados a centenas de kilómetros, con la aquiescencia del Senado Romano, y se desplazó a miles de personas por rutas terrestres y marítimas.
«Una medida ejemplarizante para desarraigarlas sin esperanza de retorno y también para colonizar nuevos territorios», precisa José Juan Jiménez, quien afirma que «en Canarias hay que diferenciar a los pobladores que se quedaron a vivir en las islas de quienes les transportaron desde el continente».
Los primeros dejaron su huella arqueológica de raigambre líbico-bereber, los otros no edificaron anfiteatros, termas o acueductos ni se establecieron permanentemente, puntualiza.
El conservador del Museo Arqueológico detalla asimismo que los Canarii ya no vivían en la prehistoria, pues nomenclaturas y significados se asentaron a medida que los conocimientos geográficos «dieron paso a la realidad dejando atrás los mitos».
Para el especialista «una cosa es el nombre Canaria dado a Gran Canaria desde la época de Juba II y otra la posterior denominación Canaria dada a la isla por la tribu a la que pertenecían sus primeros pobladores».
El primer nombre es latino y procede del hallazgo de canes marinos o focas monje en dicha isla en el siglo I a.C.; el segundo es de estirpe líbica, latinizado en su terminación y referido a la tribu cuyos miembros habrían sido trasladados desde el norte de África hasta Gran Canaria en el siglo I d.C.
Una vez allí, la adaptación y evolución acaecida en los siguientes 1.300 años «tipificó la personalidad insular de los Canarii, cuya huella quedó en la arqueología, en los documentos, en la lingüística y en el territorio, entre la Antigüedad y el Renacimiento», apunta el experto.
Jiménez expone también en su libro aspectos de la vida cotidiana de los Canarii, como sus actividades productivas, reproductivas, los asentamientos, la demografía, estructura de poder, normas matrimoniales, orden jurídico y etnoastronomía.
Sobre esta última cuestión apunta que el culto astral les conminó a construir, orientar y alinear emplazamientos para establecer sus calendarios, organizarse y transmitir su conocimiento a las siguientes generaciones mediante la experiencia y la tradición oral.
Además, el arqueólogo se refiere en su estudio al primitivo cristianismo norteafricano y, concretamente, al obispado de Bacanaria, cuyo titular llamado Palladius bacanariensis fue mandado al exilio por los vándalos en el año 484.
Propone que esta sede episcopal estaba adscrita a la Mauretania Tingitana (actual Marruecos) y la ubicación de la tumba del obispo, exhumada tras las excavaciones afrontadas en las ruinas de la antigua Basílica de Theveste (actual Argelia).
"Es decir el nombre tribal fue vuelto a citar a fines del siglo V en un listado de prelados exiliados por el rey Hunerico, lo que ratifica la existencia de esta tribu así como del resto de grupos étnicos", afirma Jiménez, quien precisa que este lista se incluye en el documento "Noticias de la persecución vandálica en el norte de África"

viernes, 2 de mayo de 2014

Según los arqueólogos Roma es 200 años más antigua de lo que se creía.

Según los arqueólogos, la ciudad de Roma es dos siglos más antigua de lo que se ha venido pensando hasta ahora. Nuevos restos hallados durante una excavación en el Foro así lo atestiguarían.
Ya sabíamos que es una de las ciudades más antiguas del mundo, pero la antigua Roma es desde ahora un poco más vieja.
Fuente: La túnica de Neso, 14 de abril de 2014
En unas excavaciones realizadas en el interior del Foro Romano se han hallado restos de un muro que data del año 900 a.C. – lo que sugiere que la Ciudad Eterna fue fundada dos siglos antes de lo que se creía anteriormente.
Utilizando las más novedosas tecnologías, arqueólogos italianos han hallado restos de un muro hecho de toba – un tipo de piedra caliza – junto con fragmentos de cerámica y granos, durante una excavación en el Lapis Niger, un altar de piedra negra varios siglos anterior al Imperio Romano.
Según la leyenda local, Roma fue fundada por los hermanos gemelos Rómulo y Remo en el año 753 a.C. Pero este descubrimiento ha convencido a algunos destacados arqueólogos italianos de que la ciudad pudo haber sido fundada dos siglos antes de eso.
“El examen del material cerámico recuperado nos ha permitido fechar cronológicamente la estructura del muro entre el siglo IX a.C y principios del siglo VIII a.C.”, señala la Dra. Patrizia Fortuni, arqueóloga de la Superintendencia cultural de Roma que dirige el equipo de investigación.
“Por lo tanto es anterior a la que tradicionalmente se considera la fecha de la fundación de Roma.”
El Lapis Niger se encuentra junto al Arco de Septimio Severo, un monumento de mármol construido en el corazón del Foro en el año 203 d.C.
Los expertos han estado trabajando en la excavación desde 2009, usando fotos históricas, imágenes y otras investigaciones dejadas por arqueólogos como Giacomo Boni, que dirigió la excavación del Foro Romano desde 1899 hasta su muerte en 1925.
A partir de imágenes de Boni, la Dra. Fortuni y su equipo han creado imágenes en 3D de la localización, y mediante el uso de escáneres láser y fotografías de alta definición han sido capaces de determinar la ubicación exacta del muro enterrado, que han descrito como la “primera estructura” en el sitio sagrado.
Una excavación anterior en el lugar descubrió un bloque de piedra conocida como la “lex sacra”, que contiene la inscripción en latín más antigua conocida de Roma, que data del año 565 a.C.
Fuente: Josephine McKenna | The Telegraph  Rome ‘ages’ 200 years as archaeologists discover new remains

miércoles, 1 de enero de 2014

El anillo romano que inspiró a Tolkien para su saga del Hobbit


No se lo digan a Frodo Bolsón. Tras tantos esfuerzos para destruirlo, el hobbit podría no aguantar la noticia de que su viaje fue en balde. Porque el anillo del poder en torno al que giran El hobbit y El señor de los anillos, las obras más famosas de J.R.R. Tolkien, existe de verdad y hasta se puede ver. O eso, al menos, sostiene una muestra que se inaugura hoy en The Vyne -una mansión en el sureste de Inglaterra que pertenece al patrimonio británico- y que expone el célebre adorno.
Fuente: El País.com, 2 de abril de 2013
La exposición The Ring Room, creada en colaboración con la Sociedad Tolkien, “cuenta la increíble historia de este anillo, de la tabla romana que lleva una maldición para el hombre que lo robó, y sus conexiones fascinantes con Tolkien”, afirma un comunicado en la página web de The Vyne.
El anillo en cuestión fue encontrado, al parecer, por primera vez por un granjero en 1785 en los alrededores de Silchester, antigua ciudad que fue abandonada en el siglo VII y jamás repoblada y que el diario británico The Guardian define como “uno de los yacimientos romanos más enigmáticos del pa... El mismo periódico cuenta que los historiadores creen que el granjero vendió el dorado adorno a la familia Chute, que residía precisamente en The Vyne.
“Senicianus vive bien en Dios” reza la frase en latín que recorre todo el anillo y que Tolkien cambió por aquello tan famoso para los fans de los libros de “un anillo para gobernarlos a todos, un anillo para encontrarlos, un anillo para atraerlos a todos y atarlos en las tinieblas”.
Ni que de una novela de Tolkien se tratara, la historia cuenta también con una maldición. El propio Senicianus debió de perder su precioso tesoro –con perdón de Gollum- cerca de Silchester. De ahí que, a pocas millas de la ciudad, en un lugar llamado La colina del enano, unas décadas más tarde fue hallada una tabla romana en la que un tal Silvianus le contaba al dios Nodens que le habían robado su anillo y le pedía justicia: “A los que llevan el nombre de Senicianus que no les sea concedida salud hasta que devuelvan el anillo al templo de Nodens”.
Cuando el arqueólogo Mortimer Wheeler volvió a excavar en la zona, en 1929, le pidió ayuda a Tolkien, por aquel entonces solo profesor de Oxford, para comprender de qué divinidad se trataba. De ahí que el escritor descubriera la existencia del anillo y toda la historia. De hecho, estuvo investigándola al menos un par de años antes de que, en 1937, publicara El hobbit.
Teniendo en cuenta que siempre se han conocido sobre todo las influencias literarias que condicionaron a Tolkien, "es particularmente fascinante ver la evidencia física del anillo Vyne, con sus conexiones con Tolkien y la inscripción que lo asocia con la maldición”, como relata el doctor Lynn Forest-Hill, de la Fundación Tolkien, a The Guardian.