viernes, 17 de diciembre de 2010

LA LITERATURA EMBLEMÁTICA A TRAVÉS DE UN EMBLEMA DE BEZA.

La Literatura Emblemática se caracterizó por ser un género literario de gran auge en Europa  desde la época del Renacimiento hasta principios del siglo XIX; sirvió como vehículo de enseñanza, didáctico, moralizador y también de transmisión de ideas y doctrina políticas y religiosas.
La fecha clave para el surgimiento de este género y este tipo de libros fue el año de 1419, cuando llegó a Florencia el manuscrito de jeroglíficos perteneciente a Horapollo, el cual estaba escrito en griego y que sólo un siglo después fue traducido al latín.
 Los eruditos humanistas recibieron con entusiasmo y veneración el conocimiento de este texto, cuyo contenido tenía poco egipcio, pero que venía plasmado mediante un tipo de lenguaje oscuro, lleno de hermetismo y de carácter críptico.
Literatos y artistas se apasionaron por este mundo fantástico que cristalizó en obras como “El Sueño de Polofilo[1]”, novela arqueológica-amorosa que ejerció desde 1499 una auténtica fascinación y cuyos grabados servirían de fuente para varios de los emblemas de la obra de Alciato que, en la creación de las imágenes para su obra, se asociaría en profundidad y calidad al carácter más oscuro posible, como el de estos precedentes, y, sin duda, como un recuerdo de la complejidad característica de los jeroglíficos egipcios.
Estos serían en síntesis, los precedentes de un género que se estaba perfilando con un lenguaje a base de imágenes y de textos escritos aclaratorios: el género emblemático. Sólo faltaba que surgiera el personaje y el libro capaz de dar carta de naturaleza a esta nueva disciplina: la Emblemática.
El emblema nació con Andrea Alciato, jurisconsulto italiano, que, practicando un ejercicio imaginario: la representación en un grabado de una idea literaria unida a la descripción de la misma mediante un epigrama, sentaría la bases de un género literario que perduraría hasta mediados–finales del siglo XIX.
Esta manifestación artística se encuadra en la época del Renacimiento italiano, cuando se da un nuevo enfoque a la herencia medieval de la tradición grecolatina, con lo cual, Alciato llevaría a cabo una traducción–imitación de 99 epigramas basándose en la Antología Griega y poniéndole un nuevo título a cada uno de ellos.
Dicha obra maestra sería dedicada a Maximiliano Sforza, y la fortuna quiso que a través del consejero Peutinger, llegara a las manos del impresor Steyner quien, con visión comercial, consideró que lo apropiado era añadir una imagen que le diera originalidad y atractivo. La tarea fue encomendada al grabador Breuil y el libro sería publicado en Ausburgo en 1531 con eltítulo de Emblematum Liber.
Concluyendo los distintos testimonios a lo largo de la historia un Emblema se compone de: Una figura, Un título, Un texto explicativo.
La literatura emblemática en su extensión constituirá un caso particular que ilustra los desarrollos conceptuales del viejo tópico horaciano ut pictura poiesis, junto a las teorías de la mímesis y del paralelismo entre las artes.
Así pues consideraremos como Literatura Emblemática, al conjunto de libros de emblemas o divisas que se ajustan a las características expuestas. La imprenta contribuyó mucho a la difusión del nuevo género y pronto se extendió a otros ámbitos de la cultura, tanto desde su temas iniciales generales de carácter moral y didáctico para cualquier hombre, como los más evolucionados hacia la especifidad de la educación de los monarcas, los temas religiosos, el sermón ilustrado...(todos ellos propios del siglo XVII). La variedad de motivos utilizada para, por medio de la analogía, dar cuerpo al mensaje moral que se desea transmitir, es muy variado. Hay emblemas que se inspiran en la Flora, otros en la fauna, (animales de tierra, mar, aire), otros en la mitología clásica, otros en la historia o en temas bíblicos, o en objetos diversos que por sus características ayudan a fijar en la memoria la moralidad, una temática amplia y variada que abarca las fuentes de la misma emblemática, las cuales son a su vez tan profusas como la imaginación del hombre.

XII.
EPIGRAMA

Coelum tonans simul & plumbens.

Ceu rutilis idem qui dissilit ignibus aether,
Foecundas gravido pectore fundit aquas,
   Vita fide sic Christus erit tibi viva[2] receptus,
                                    Spretus at hic idem mors tibi Christus erit.
Como el mismo firmamento, el cual revienta en relámpagos, derrama aguas de su grávido pecho; así la recepción de Cristo será para ti vida, pero este mismo Cristo será muerte para ti en el caso de que lo desprecies.

En este Emblema aparece la imagen de un de un paisaje con vegetación, rocas y un pueblo al fondo. Sobre ellos aparece un gran masa de nubes que descarga su lluvia sobre dicho entorno, entonces se está representando  el momento en que se da la lluvia que empapa toda la tierra..

En las fuentes primigenias de la Emblemática se trata este motivo:
Cómo representan “educación”.
Para escribir “educación”, pintan un cielo que deja caer rocío, indicando que, como el rocío al caer se extiende a todas las plantas  y hace tiernas a las que pueden enternecerse Por naturaleza, y a las que por su propia naturaleza permanecen duras es imposible que les suceda lo mismo que a las demás, así también respecto a los hombres se presenta la educación, que el bien dotado toma rápidamente y el inepto es imposible que haga lo mismo.
Camearius también nos habla del sentido positivo que tiene el rocío en la naturaleza en su emblema LXI al señalar que la perla es producto de la fecundación del rocío del sol. Este ejemplo le sirve para precisar debe fecundarse su espíritu por el amor de Dios.
Otros autores han representado la idea del agua que cae del cielo como fuerza renovadora y vivificante, como es el caso de Rollenhagen G. VC.  [3]

La fuente de este carácter benefactor del rocío, que fecunda incluso las conchas y hace nacer la perfección de la perla, la encontramos en Plinio cuando nos dice:

Estas, cuando el tiempo del año apto para fecundar las nueve, se abren  ellas mismas como boceando, y dicen que se llenan de un rocío, con que engendran; y después de preñadas paren, y que su parto son perlas, las cuales son según el rocío que recibieron (Hist. Nat. IX, XXXV).
Horapollo establece la comparación entre el rocío y la educación, entiende el carácter benéfico de ambos; aquél, en las plantas, como también nos dice Covarrubias, está en el espíritu del hombre. Pero  así como el rocío tan sólo influye en las plantas tiernas, también lo hace, en el espíritu del hombre.
En cuanto a los Emblemistas españoles:
El carácter benefactor del rocío nos lo indica Saavedra Fajardo cuando en su  empresa XXIII considera la venera de Santiago:
En el hábito de Santiago se representan las cualidades que han de considerarse antes de dar semejantes insignias; porque está sobre un concha, hija del mar, nacida entre sus olas y hecha a los trabajos, en cuyo cándido seno resplandece la perla, símbolo de la virtud y por ser concebida del rocío del cielo.
También en su empresa XXXII presenta la concha con perla interior precisando que:
Concibe la concha del rocío del cielo y en lo cándido de sus entrañas crece y se descubre aquel parto de la perla.
También  el sentido y similar grabado nos presenta Covarrubias en su emblema  LXXXVI donde indica en el inicio del epigrama:
Aquella concha, que las perlas cría,
Coge el rocío, cual fresca rosa,
Y Febo con los rayos que le envía
Del cielo forma la unión preciosa;
El casto pecho, que en su Dios confía,
Si la suprema gracia en él reposa,
Y con fuego divino se habilita
Cría rica margarita.
Monforte[4] nos presenta un emblema con semejantes motivos, la lluvia que cae a la tierra y sube de nuevo como nube de vapor, su lema es dedit de caelo pluviam, y su fuente prodría ser un posible adaptación del Deuteronomio 11. 14. su subscriptio:
Como es del cielo el rocío,
transformado en blanca nube
otra vez al cielo sube.
  Beza emplea este motivo pero nuevamente con la significación religiosa de que Dios es el agua que vivifica y dignifica el espíritu del hombre, es el agua recibida en el bautismo[5], símbolo inmemorial y ecuménico, al que el hombre accede mediante la inmersión, y que sirve como instrumento de purificación y de regeneración.
BIBLIOGRAFÍA:
v                      Ávila A., Imágenes y símbolos en la arquitectura pintada española 1470-1560, Barcelona, 1993.
v                      Brumble H.D. Classical Myths and Legends in the Middle Ages and Renaissance(Adictionary of Allegorical Meanings), Chicago, 1998.
v                      Beza, Theodorus. Icones, id est verae imagines virorum doctrina simul pietate illustrium, Ginebra 1580.
v                      Bezae T. Emblemata, En Poemata varia, Ginebra, 1597.
v                      Champeaux G. & Sterckx D.S., Introducción al mundo de los símbolos, Madrid, 1984.
v                      Diel P., El Simbolismo en la mitología griega, Barcelona, 1976.
v                      Eliade M., Imágenes y Símbolos: ensayos sobre el simbolismo mágico religioso, Madrid, 1979.
v                      Ginzburg C, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e Historia, Barcelona, 1989.
v                      Panofsky E., Estudios sobre Iconología, Madrid, 1976.
v                      Ripa C.,  Iconología, Madrid, 1987.
v                      Rodríguez de la Flor F. Emblemas. Lecturas de la imagen simbólica, Madrid, 1995.
v                      Id., La Literatura emblemática española (siglos XVI y XVII), Madrid, 1977.

FRANCISCO-DAVID MÉNDEZ TEJEDA.
LIC. FIL CLÁSICA POR LA UNIV. DE MURCIA.
PROFESOR DE LATÍN.



[1] Colonna F., El sueño de Polifilo, Ed. Castellano Pedraza, P, Murcia, 1981.

[2] Vera, 1597.

[3] Con igual idea lo presentan: I. Billius, Bona futura piorum, p. 522.

[4] Monforte Rodríguez P., Descripción de las honras que se hicieron a la católica majestad en el Real Convento de la Encarnación, Madrid, 1666.

[5] Heliade M., Tratado de historia de las religiones, morfologìa y dinàmica de lo sagrado, Madrid, 19808, pp.207–209.

No hay comentarios:

Publicar un comentario