Olimpia: deporte y espectáculo en Grecia |
NÚMERO 85, PÁGINA 50 HNG
Celebrados en Olimpia cada cuatro años, los Juegos Olímpicos fueron el certamen atlético más prestigioso de Grecia. Los ganadores alcanzaban la gloria y eran recibidos como héroes en su ciudad.
Los atletas que protagonizaban los Juegos Olímpicos no actuaban movidos únicamente por el afán de gloria. Suculentas recompensas los convertían en verdaderos profesionales de su especialidad. La prohibición de que los deportistas «profesionales» participaran en los Juegos Olímpicos no fue abolida hasta casi cien años después de los primeros Juegos Olímpicos modernos, aunque desde hacía bastante tiempo quienes competían en ellos eran en buena parte profesionales, si no de nombre, sí de hecho.
Como en tantos otros aspectos, el prestigioso modelo en el que se basaron los padres del olimpismo moderno para proponer su ideal de deportista fue el atleta griego de época clásica o, mejor dicho, una imagen idealizada de este atleta que por entonces se estaba forjando, especialmente en Gran Bretaña, y que alcanza su mejor expresión en la obra de E. Norman Gardiner (1864-1930), uno de los autores que, con toda justicia, más ha influido en los estudios modernos sobre deporte antiguo.
Gardiner reconstruía la historia del deporte griego como un proceso de auge y caída, que empieza con el «deporte espontáneo y aristocrático» de los héroes homéricos y culmina con la «edad de oro» del deporte griego, en 500-440 a.C. A partir de entonces, el deporte griego habría conocido un alarga y lamentable decadencia, que se atribuía a la implantación del profesionalismo, que comportaba una excesiva e insana especialización de los deportistas y un incremento exagerado de los honores y recompensas económicas que recibían los atletas. Se establecía así una tajante contraposición entre dos tipos de deportista.
Por una parte, el atleta aficionado y aristócrata que compite sin ánimo de lucro con el único objetivo de conseguir el triunfo y mostrar así sus cualidades; se trataría de un deportista que procedería naturalmente de las clases altas, que eran las únicas que podían permitirse el lujo de dedicar su tiempo a entrenarse y a competir sin esperar recompensa económica a cambio.
A este deportista «amateur» opone Gardiner el atleta profesional, que procedería generalmente de las clases bajas y competiría pensando únicamente en el vil metal, y cuya irrupción habría traído consigo la degeneración y corrupción de los nobles ideales que movían a los aristocráticos atletas de la época arcaica y comienzos del período clásico, hasta mediados del siglo V a.C.
Las investigaciones de los últimos cuarenta años (a partir sobre todo de los estudios de Henri W. Pleket) han modificado sustancialmente este panorama y han demostrado que el deporte griego antiguo comenzó bastante pronto a mover cantidades de dinero e influencias de carácter social y político. Había dos tipos de competiciones. En primer lugar, estaban los «juegos por coronas»; eran los más importantes, los llamados Juegos Panhelénicos: Olímpicos, celebrados en Olimpia; Píticos, en Delfos; Ístmicos, en Corinto, y Nemeos, en Nemea. En todos ellos, los vencedores recibían como premio una corona vegetal que simbolizaba su triunfo. En segundo lugar, figuran los juegos en los que los vencedores recibían premios de valor material, a menudo elevado. Ya en el siglo II a.C., en una ciudad de Asia Menor un vencedor olímpico recibió 30.000 dracmas sólo por participar en unos juegos locales, en una época en la que un soldado romano recibía, como mucho, una paga de 300 dracmas por año. ¿Y qué ocurría en el caso de los Juegos Panhelénicos? En Olimpia, los vencedores recibían como recompensa una corona de olivo, corona que era de laurel en los Juegos Píticos de Delfos y de apio en los juegos Ístmicos y Nemeos.
Sin duda, como ocurre en las modernas Olimpíadas, el deseo de triunfar, y no el dinero, era el primer incentivo de los atletas. Así pues, la distinción moderna entre atleta profesional y atleta aficionado no puede aplicarse al mundo griego si se adopta como criterio distintivo al competir por dinero u otras ganancias materiales. En realidad, los primeros atletas profesionales de la historia del deporte europeo (y quizá mundial) salieron de las filas de la aristocracia, con seguridad ya en el siglo VI a.C., si entendemos por atleta profesional aquél que se dedica «a tiempo completo» al entrenamiento y a la competición y recibe por ello recompensas en metálico o en honores, aunque no dependa de ellas para ganarse el sustento.
Pero hoy en día estamos en condiciones de afirmar que la «democratización» del deporte griego antiguo, el acceso de las clases menos pudientes a la práctica del deporte y, sobre todo, a la participación en los Juegos Panhelénicos entre los siglos VIII y V a.C., fue mayor de lo que tradicionalmente se ha venido creyendo.
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