Las excavaciones arqueológicas que suelen realizarse cada vez que se pretende construir un nuevo inmueble en la zona antigua de la ciudad suelen sacar a la luz, en muchos casos, tumbas de distintas épocas, lo que parece indicar que bajo lo que se denomina conjunto histórico existe una gran área de enterramientos que los expertos analizan cada vez que se produce un hallazgo. Retrocediendo a la época romana se pueden situar distintas necrópolis.
La presencia romana en Lorca está atestiguada por numerosos hallazgos pero no se ha podido situar con toda exactitud dónde estaba la necrópolis de Eliocroca. El hallazgo en el paraje conocido como Casa de las Ventanas, a cuatro kilómetros de la ciudad, cerca de la rambla de la Torrecilla, de una extensa zona de enterramientos cuya delimitación fue difícil porque eran bancales de continuada explotación, hicieron creer en un tiempo que se trataba de la necrópolis de Eliocroca.
Actualmente se dispone de información arqueológica que permite situar, en las laderas del Castillo y las tierras próximas al valle, un importante poblamiento en los siglos II y I antes de Cristo, y esa población, probablemente, utilizó para sus enterramientos la necrópolis ibérica de la Corredera. De esa zona se estima que procede la lápida de L. Rubellius, en base a su cronología antigua y a estar reutilizada como simple piedra en el portal de una casa lorquina desde el siglo XVIII. El cementerio de la Casa de las Ventanas queda excesivamente alejado, más de cuatro kilómetros del núcleo de población y no estaba situado en las inmediaciones de la Vía Augusta.
Hay documentada una necrópolis romana de incineración fechada en los siglos I y II después de Cristo, en las excavaciones realizadas en el glorieta de San Vicente para hacer el aparcamiento. El cementerio de Eliocroca entre los siglos V y VII estuvo situado entre las calles Selgas, Granero y Alfonso X.
Desde el principio de la presencia musulmana en Lorca la madina estuvo dotada de un cementerio que, de acuerdo con la cultura islámica estaba situado a los lados de los principales caminos que accedían a la ciudad, El crecimiento del núcleo urbano motivó que muchas veces los primitivos cementerios fueran absorbidos. El cementerio islámico que fue hallado en la calle Nogalte, junto a la iglesia del Carmen, en el año 2007, se remonta al siglo VIII
Los primeros restos arqueológicos de sepulturas musulmanas aparecieron en las obras del Colegio de la Purísima y fueron fechados en el siglo X, pertenecientes a un cementerio que se extendería por los terrenos ocupados ahora por San Patricio hasta la rambla en que se situó la Puerta de los Santos entre los siglos XVII-XVIII, y por la que discurre la calle del Álamo.
La topografía de la ciudad islámica de Lorca, distribuida en las laderas del cerro del Castillo, favoreció la creación de varios cementerios donde se fueron enterrando las gentes que habitaron en los barrios inmediatos. Hasta el año 2000 el único cementerio islámico documentado por excavaciones arqueológicas se extendía en las inmediaciones de la puerta de Gil de Ricla. Era de grandes dimensiones como se ha constatado con hallazgos en las calles Rojo, Villaescusa, Rubira, Núñez de Arce, Cava, Corredera, plaza de España y glorieta de San Vicente. El total de enterramientos exhumados esta cercano a los 300.
Otra de las zonas en que debió existir un cementerio islámico es la situada al pie de donde después se construyeron las iglesias de San Pedro y San Roque, que estuvo habitada por alfareros en los siglos XII y XIII, como lo prueba algunos hallazgos de sepulturas en la calle Vicente Ruiz Llamas. Los habitantes del Castillo fueron sepultados en el cementerio localizado junto al aljibe de la explanada, donde se hallaron once inhumaciones que siguen el ritual funerario islámico.
La presencia judía en Lorca se remonta a la época visigoda y con el tiempo fue importante, como se ha puesto de manifiesto con los recientes hallazgos en el Castillo. Se desconoce donde estuvo el cementerio judío, pero estaría situado extramuros, en un terreno inculto con los sepulcros orientados hacia Israel.
Con la conquista cristiana cambió el sistema de enterramientos y las iglesias se convirtieron en el lugar elegido para las inhumaciones. La parroquia de San Jorge, desaparecida para construir San Patricio, acogió en el subsuelo a miembros de algunas familias importantes. Los demás vecinos eran sepultados en el cementerio situado en el exterior del templo. Otras iglesias con cementerio fuera del edificio religioso, a principios del siglo XVI, fueron Santiago, San Mateo, Santa María y San Juan. También se enterraban en las iglesias de los conventos, como el de Virgen de las Huertas.
A partir del siglo XVIII los enterramientos dejan de hacerse en los templos y empezaron a construirse cementerios alejados de la población. En Lorca, el de San José fue el primero siguiendo esta norma. Era el año 1806 y estaba en los arrabales de la ciudad. Este camposanto acogía a los difuntos de las parroquias del centro del casco urbano. Hubo otros proyectos, pero el único que salió adelante fue el de San Cristóbal, construido en 1890. El crecimientos de la ciudad supuso las clausura del cementerio de San José en 1884, por haberse quedado pequeño y por su situación de insalubridad, con lo que se proyectó el actual cementerio de San Clemente, inaugurado en 1900, que se ha ampliado en varias ocasiones.
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