martes, 11 de enero de 2011

RESEÑA BIBLIOGRÁFICA: Alejandro Magno somete Grecia

Alejandro Magno somete Grecia
 
 
NÚMERO 82, PÁGINA 52 NHG


Tras el asesinato del rey Filipo II, los griegos creyeron que el dominio de Macedonia sobre Grecia había llegado a su fin. No contaban con el empuje de su sucesor, el joven príncipe Alejandro.

Tras el asesinato de Filipo II, los griegos pensaron que el dominio macedonio sobre la Hélade (Grecia) había llegado a su fin. No contaban con el carisma y la fuerza de su sucesor, el joven príncipe Alejandro. Mucho se perdió para los griegos el 2 de agosto del año 338 a.C. Las fuerzas coaligadas de Atenas y Tebas, en un último esfuerzo por evitar la creciente amenaza de Macedonia y de su rey, Filipo II, sufrieron una terrible derrota en la llanura de Queronea. En un bello gesto de conciliación, Filipo decidió enviar a Atenas los cadáveres de los ciudadanos caídos en la lucha para que pudiesen recibir la merecida sepultura en su tierra patria, una acción diplomática que no tenía precedentes.
A la cabeza de la embajada fúnebre iba el jovencísimo príncipe Alejandro, hijo de Filipo, quien ya se había distinguido por su gran valor en el transcurso de la batalla. Alejandro contaba tan sólo 18 años, pero no era un desconocido para los atenienses. Pocos años antes, el orador Esquines, embajador en Macedonia, describía al príncipe como un muchacho de aspecto agraciado y de buenas maneras, aficionado a la poesía y a la cítara.
Poco debían relacionar los atenienses esta imagen del joven con la del implacable guerrero que conocieron posteriormente. Como resultado de las alianzas entre griegos y macedonios se constituyó la Liga de Corinto, que tenía como objetivos principales asegurar la estabilidad entre las ciudades-estado griegas y aunar esfuerzos en la lucha contra el tradicional enemigo de la Hélade, el Gran Rey de Persia. Dos años después de Queronea, Filipo ofreció a los miembros de la Liga una gran celebración para festejar el inminente inicio de la campaña asiática.
Pero antes de que pudiese pronunciar su discurso, uno de sus guardaespaldas, llamado Pausanias, se aproximó a él y, ante la sorpresa general, lo ensartó con su espada, arrebatándole la vida y sus sueños de hegemonía. Muchos griegos pensaron entonces que todos los proyectos de Filipo morirían con él. No cambió esa impresión el hecho de que, ante el cadáver de su padre asesinado, el príncipe Alejandro fuera reconocido como sucesor de Filipo y nuevo rey de Macedonia. Alejandro, como había hecho su padre, invitó a todos los griegos a unirse a él en la renovación de los pactos de alianza contra Persia y defensa de la paz común entre los griegos. 
El maravilloso alarde estratégico demostrado con la sutil resolución de la revuelta griega debió de convencer a los griegos de la conveniencia de colaborar con el nuevo rey de Macedonia. Igual de persuasiva debió de resultar la temible presencia del ejército macedonio en el corazón del territorio griego. Así, Alejandro asumió como herencia propia la Liga de Corinto y los proyectos de Filipo, y reactivó la campaña contra Persia bajo el eslogan de la liberación de las ciudades griegas de Asia sometidas al persa. Alejandro hubo de hacer frente a diversas revueltas dirigidas por los griegos contra su persona.
Pero mediante el lenguaje de la destrucción y la violencia, los griegos recibieron una durísima advertencia: nadie estaba a salvo. Alejandro había empleado toda su potencia militar para demostrar que no admitiría disensiones. La situación en Grecia quedaba absolutamente controlada, y esta situación le permitía a Alejandro encarar su misión contra Persia sin temor a que estallaran nuevas sediciones a su espalda.

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